martes, 28 de junio de 2011

Los beneficios de la agricultura urbana. Última parte: la paz y la felicidad del contacto con la tierra.


Conjuntamente con los beneficios que podríamos llamar concretos, como los económicos o los que refieren a la calidad de los elementos cultivados en casa, hay un tercer grupo de beneficios que no podemos ver pero son tan importantes como los anteriores. Se trata de aquellos que podemos englobar bajo la caracterización de psicológicos o anímicos.
Como lo explica el INTA: “La huerta puede ser un espacio terapéutico, de recreación, de aprendizaje en sintonía con los tiempos biológicos, de aporte sano a nuestras dietas, de apertura a otras posibilidades de vida  Con el correr del tiempo nos hemos dado cuenta de que una huerta ya no debe ser considerada como una opción para paliar la pobreza (con esto solo no basta) sino también una manera de generar conciencia sobre lo que consumimos, de promoción de la organización entre vecinos, de fortalecimiento del núcleo familiar al compartir las tareas”.
Trabajar sobre nuestros cultivos, y el contacto con la tierra en general, funciona como un excelente espacio de relajación, un momento para olvidarse de todo y disfrutar.
“Para mi trabajar el huerto no es solamente: cavar, sembrar y recoger el fruto. El huerto es una válvula de escape, donde sentirme  identificada con la naturaleza, crear vida con mis propias manos. Quiero  contribuir en mi pequeña medida a conservar, mimar y devolver a nuestra madre tierra todo lo que ella generosamente nos da. Trabajar en el huerto es encontrarme con mis orígenes y se podría decir que me siento más yo”, reflexiona con mucha razón Atenea en su blog.
Pero los beneficios psicológicos no se terminan en esta paz que te da cuidar las plantas o simplemente tocar la tierra con las manos. Hay toda una serie de valores y experiencias que te da cultivar tus propios alimentos.
Por ejemplo es interesante pensar cómo a la huerta como un espacio de continuo aprendizaje, donde vamos acumulando saberes a partir del ensayo, de la experiencia que vamos adquiriendo, de poder observar  aprender de los procesos naturales y del intercambio con otras personas que comparten nuestros intereses. Conocimientos que generalmente culminan en un crecimiento no sólo personal, sino también en el producto de nuestro trabajo (como ejemplo inmediato, cada año logro mejores “cosechas”).
En un artículo titulado  La huertoterapia como esfuerzo recompensado publicado en la revista Integral  señala: “Todo esfuerzo dedicado a la tierra tiene su recompensa, ya que es una de las mejores escuelas de vida (…) en el contacto directo con la tierra y la vida que sobre ella prospera, adquirimos y desarrollamos aspectos tan importantes en la vida cotidiana como la paciencia, la humildad, el esfuerzo perseverante y la satisfacción de comer aquello que sembraste o plantaste con tus propias manos.
Son algunas de estas ideas las que hacen que ya se hable del concepto de Terapia Hortícola, sobre la cual un blog omónimo escribe: “Se desarrolla a través de actividades que contactan a las personas con la naturaleza, a través de la práctica de la jardinería, la huerta, los paseos en la naturaleza o los parques, las visitas guiadas, talleres de desarrollo de los sentidos, encuentros grupales, reciclado de residuos, etc. Estas actividades devienen en terapéuticas en tanto se hagan desde la concepción del hombre como parte de lo natural, lo que deriva necesariamente en el respeto por lo propio y lo ajeno, lo azaroso y lo planeado, lo utilizable y lo reutilizable, existiendo así cadenas que sostienen la vida”
“Las personas transitan un proceso que comparten de descubrimiento, reconocimiento y responsabilidad consigo mismas y con el ambiente que las rodea. Hay reducción del stress provocado por nuestras ciudades, desaparecen las depresiones en el corte abrupto de sentido en que nos somete la cultura moderna actual y las personas comienzan un camino de relación con los demás, modificando su situación laboral y su producción hacia condiciones más saludables”, agrega.
En la web pueden encontrarse diferentes experiencias de huertoterapia, como una nota periodística que comenta cómo en el  Hospital de Baza, crearon un huerto con fines terapéuticos como parte de un programa ocupacional que desarrollan los profesionales de esta unidad y con el que se pretende facilitar a los usuarios la tolerancia al ingreso, la toma de iniciativas y la adquisición de responsabilidades.
De igual manera, en un artículo titulado El cultivar un huerto es buena terapia, se da el ejemplo de un programa de  terapia del jardín en el hospital estatal central en Milledgeville, y experiencias similares en  otras ciudades de EE.UU.
A modo de cierre, quiero rescatar una frase del artículo de la revista Integral citada anteriormente: “Posiblemente, el tiempo que dediquemos al cultivo y cuidado de las plantas y a disfrutar de los espacios llenos de vida, de verdor y de colores variados nos aporta más beneficios psíquicos y físicos que la visita semanal a la consulta del psicólogo o la hora diaria de gimnasio”.

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